viernes, 13 de julio de 2007

Laberinto

Nos movemos deprisa. Pasamos de barcas neumáticas a senderos de barro; de aguas cristalinas color turquesa a madrigueras oscuras en las que cobijarnos; del cielo al infierno en un segundo. Peleamos por no pasar desapercibidos, mientras buscamos nuestro espacio vital o la forma de ser mejores. Tratamos de ser intensos y nos quedamos, la mayoría de las veces, en la pose.


Nos movemos deprisa. Estamos dentro de un laberinto en el que mandan las agujas del reloj. Buscamos nuestra brújula interior convencidos de que en el norte estará la salida, en vez de gritar pidiendo ayuda. O en vez de escalar los muros para mirar desde otra perspectiva mucho más favorable.


Nos movemos deprisa. Nos abrazamos deprisa. Nos miramos a los ojos y damos algunos pasos hacia atrás. Para coger impulso. Para saltar por encima de lo que se ponga por delante.