miércoles, 8 de agosto de 2007

Aitor Granda

Esta mañana me despertaba con la muerte de un amigo. La noticia, que aterrizó vía sms en mi móvil, decía así: Siento ponerme en contacto contigo para comunicarte el fallecimiento de Aitor como consecuencia de un accidente de tráfico. Sin más. Claro. Rotundo. Y muy triste. Sobre todo muy triste.

Conocía a Aitor desde que allá por el año 2002 hicimos una gasolinera juntos en Zamora. Fue una de esas pocas obras sin problemas, con un promotor de trato exquisito y una dirección facultativa (Aitor Granda, ICET) excelente. Comimos juntos cada jueves durante cuatro meses y eso generó un poso entre nosotros. Manteníamos el contacto a pesar de que nunca después trabajamos juntos. Su mujer, Idurre, estaba estudiando un máster o un posgrado en Salamanca y venía de vez en cuando por aquí. Aitor se escapó con ella un par de veces y cenamos juntos en Zamora. Aún conservo una botella de Txacolí que me regalaron. Y también guardo sus constantes invitaciones para que les visitáramos en Bilbao, y los hilarantes relatos del sufrimiento que año sí, año también, les tocaba vivir en la grada de San Mamés.


Todo esto es muy extraño, porque el único contacto que tengo de Aitor es un número de móvil, la dirección de su casa y una dirección de correo electrónico de su trabajo. Tampoco sé muy bien que se debe hacer en estas circunstancias, así que de momento voy a escribir este sincero homenaje, para un tipo sencillo, al que era imposible quitarle la sonrisa de la boca. Un tipo que miraba con admiración a su mujer y que se sentía orgulloso de ella. Un tipo que no sabía planchar pero que se esforzaba en hacer muy bien todo lo demás. Aitor, que se convirtió en la persona más feliz del mundo cuando hace apenas unos meses vio la luz un tesoro...




Aitor, sólo espero que este año que viene disfrutes con cada gol del Athletic, y con el primer diente de esta preciosidad. Que le cojas la mano a Idurre, y que tu memoria perdure. Y que sigas siendo tan especial, donde quiera que estés.

Y que descanses en paz.

viernes, 3 de agosto de 2007

Perfil


Cuando perdemos el norte; cuando nos olvidamos de lo que realmente somos y de lo que importa de verdad; cuando dejo de sentir próxima tu respiración; cuando estás lejos, más allá de los kilómetros que nos separan; cuando se cierra el estómago; cuando falta el aire y la angustia no me deja pensar, no me deja pensar...

Cuando escucho tu voz apagada y cuando no puedo dejar de temblar.

Cuando dejo de creer en mí, me quedo horas mirandote, hermosa, de perfil. Y me lleno los ojos de la dulzura que desprendes, de la paz que trasmites, de tu nariz. Y sueño con el fin de un verano que se me ha atravesado en la garganta. Y me encierro en estas playas heladas, contigo.