miércoles, 14 de febrero de 2007

Formigal

Hoy será nuestro último día de esquí, y ya casi lo estoy echando de menos... ¿Quién me lo iba a decir a mí?

La cosa es que desde que conozco a Ann, y ya va para tres años, cada invierno insistía en que tenía que aprender a esquiar, que me iba a encantar, y yo, pues la verdad, como que no lo veía muy claro. Resulta complejo reengancharse a mundos desconocidos, más aún, si los compañeros de viaje se mueven en esos mundos como peces en el agua. Aún así, este año me decidí, casi obligado, a acompañarles y dar mis primeros pasitos sobre unas tablas, imbuído también por la (pequeña) desdicha que sentí el día que regresaban de Baqueira (Pochooooooooooooooooooo's) el año pasado.

Han sido días de sentimientos encontrados: de (un poquito de) frustración y satisfación; de (muchas) risas y algún enfado; de (no pocas) caídas y algún descenso memorable. Pero, sobre todo, han sido días para el recuerdo, de cariño y de amistad, y de una hermosa complicidad, aunque por la noche haya resultado imposible darse al gin&tonic como merecía la ocasión.

Infancias distintas con distintos impulsos. Adolescencias distintas. A estas alturas, ya no sé si mejores o peores. Supongo que disfrutamos al máximo lo que encontramos a nuestro alrededor, o lo que pudimos alcanzar. Nos creímos afortunados en su momento, aunque poniendo un poquito de distancia, es evidente que nos dejamos muchas cosas en el camino. Espero que fuera sólo una cuestión de azar. Y espero también, poner más de mi parte el día que me toque.

2 comentarios:

Urraco dijo...

Yo tampoco crei que esto de esquiar fuera tan adictivo. Y eso que la vez que he ido me he dado mas ostias que fofito.

Anónimo dijo...

No más que yo, créeme... =( ya nos queda menos, a los dos, para volvernos a caer...que ganas...